Mantener el flujo de caja y fomentar la innovación no son estrategias mutuamente excluyentes dentro de las empresas. ¿Cómo lograr un equilibrio?
La innovación es el motor del progreso, impulsa el crecimiento económico, promueve el avance tecnológico y mejora nuestra calidad de vida. Es la chispa que enciende el progreso, impulsando a las sociedades y empresas hacia adelante. A pesar de ello, la búsqueda de esta puede ser desafiante, especialmente cuando, como hoy, nos vemos enfrentados a la incertidumbre económica y al aumento de las tasas de interés. Sin embargo, mantener el flujo de caja y fomentar la innovación no son estrategias mutuamente excluyentes.
Alentadoramente, el 86% de los jefes de innovación corporativa están de acuerdo. Según nuestro más reciente informe ‘Most Innovative Companies 2023’, las empresas líderes han mantenido o aumentado sustancialmente su inversión en innovación este año. Sin embargo, para cosechar todos los beneficios, las empresas deben promover una cultura de innovación. Esta se caracteriza por ser cultura que acepta el riesgo, fomenta la colaboración y otorga autonomía a sus equipos. Los resultados de nuestra investigación y encuesta muestran consistentemente que las compañías que la fomentan tienen un 60% más de probabilidades de ser líderes en su sector.
Una cultura de innovación es, por lo tanto, el comportamiento colectivo que da forma a cómo se construyen y comercializan nuevos productos y servicios para los clientes. Para usar una analogía, la cultura de la innovación es como el software que se ejecuta en el “hardware”, que generalmente asociamos con la innovación: las estrategias, la gobernanza, los procesos, las estructuras organizativas, las métricas y otros aspectos del modelo operativo.
Con demasiada frecuencia, vemos una tendencia a centrarse únicamente en el hardware. Eso es natural, ya que la estructura de la organización, los procesos y las métricas son parte de las herramientas estándar de gestión. Son los tangibles que los líderes pueden ver, analizar e implementar fácilmente. En cambio, el hardware y el software deben verse como parte integral y fundamental de los sistemas de innovación que generan un impacto real.
Curiosamente, los líderes de la cultura de la innovación emplean, en promedio, un 10% menos de personas tiempo completo con roles exclusivos en este tema. ¿Qué nos dice esto? Esa cultura no tiene que ser un esfuerzo costoso; de hecho, puede ser una palanca para ejecutar procesos más ágiles y rápidos.
A partir de nuestra experiencia, identificamos cuatro aspectos de la cultura de innovación en los que las empresas se centran: qué éxitos celebra, cómo crea, cómo lidera y cómo trabaja en equipo. Cada aspecto, cuando se enmarca como una pregunta, puede ayudar a determinar qué ruta seguir para reforzar dicha cultura.
Las empresas deben evaluar qué resultados de I+D e innovación recompensan. Celebrar comportamientos que fomenten la innovación, como la experimentación y el intercambio de conocimientos, es vital. Además, deben repensar su enfoque para el desarrollo de ideas. Alentar a la fuerza laboral a pensar “primero el problema y luego la solución”, en lugar de obsesionarse con la tecnología, puede dar lugar a resultados transformadores.
Un ejemplo de esto es Unilever. El centro de investigación y desarrollo de alimentos del gigante de los productos de consumo estaba, hasta no hace mucho, ubicado en las afueras de Rotterdam, lejos de influencias externas y fuentes de inspiración. La compañía dotó a sus equipos de innovación casi exclusivamente con expertos internos, lo que creó un cuello de botella cuando no se disponía de experiencia específica. También ralentizó la innovación porque los miembros del equipo altamente calificados quedarían atrapados en actividades de investigación más transaccionales. Finalmente, el proceso de desarrollo interno de Unilever significó que las nuevas ideas a menudo llegaban tarde a una tendencia.
Para desbloquear una cultura de innovación con impacto, la compañía decidió crear un ecosistema de innovación abierta. El primer paso fue trasladar el grupo de investigación y desarrollo a un centro de innovación en el campus de la Universidad de Wageningen, el principal centro europeo de investigación en ciencias alimentarias y agrícolas. La nueva ubicación facilitó al equipo el acceso a una red de investigación y cultivar asociaciones.
Por otro lado, el liderazgo, también desempeña un papel fundamental en la formación de la cultura de innovación. Los líderes deben inspirar la innovación al articular una visión clara y participar en actividades de alcance al ecosistema. Empoderar a los equipos para que persigan proyectos con potencial comercial, al tiempo que se proporciona orientación, puede reducir los riesgos de las iniciativas de innovación en sus primeras etapas. Para complementar todo lo anterior, la construcción de equipos diversos y colaborativos es esencial para fomentar la innovación.
La cultura de la innovación es el corazón latente de cualquier organización orientada hacia el futuro. Para prosperar en tiempos turbulentos, las empresas no solo deben invertir en innovación, sino también fomentar una cultura que la respalde. La relación simbiótica entre la cultura y la estrategia es evidente en las historias de éxito de empresas. La innovación no es solo una palabra de moda; es una necesidad y para lograrla debe ser un proceso continuo y profundamente arraigado en el ADN de la compañía.