Sobre el emprendimiento y el dominio de la voluntad

El emprendimiento, al igual que los cargos directivos, exige el desarrollo de habilidades blandas que permitan gestionar de la mejor manera el recurso humano. Todos los días debemos tratar a gran parte de los stakeholders de nuestras empresas —bien sean clientes, empleados, socios, accionistas, inversionistas o proveedores—, y las diferencias en valores o prioridades con estos hacen que el manejo de las tensiones y fricciones sea uno de los desafíos más grandes que tenemos en el día a día.

La respuesta a estos conflictos pasa por el dominio de las emociones y la fuerza de voluntad que tengamos. Por eso, debemos entrenarnos en estos campos, de modo que podamos ejercer un liderazgo y una administración efectiva y coherente. El manejo de las emociones es un tema que involucra múltiples aspectos, tales como la genética, la historia personal, la educación, el contexto, las amistades y la familia, entre otros. Sin embargo, hay temas mecánicos que influencian enormemente nuestra toma de decisiones y a los cuales debemos poner especial atención, ya que son factores que podemos controlar.

En el libro Willpower, R. Baumeister y J. Tierney exponen varios experimentos en los cuales encuentran correlaciones entre lo que somos, lo que consumimos y las decisiones que tomamos. Particularmente, les voy hablar de dos: la cantidad de azúcar en nuestra sangre y los límites de nuestra fuerza de voluntad.

El primer tema es interesante y definitivo: tenemos más conflictos cuando el azúcar en nuestra sangre es bajo, o como diría mi abuela: “No hay nada más peligroso que un tonto con hambre”. Y es que un tema que es de conocimiento popular y ancestral se vuelve un problema diario por no tenerlo interiorizado. Las comidas a deshoras, la falta de comida suficiente, las dietas, la mala alimentación e incluso la falta de un dulce a nuestro alcance, hacen que aumenten las peleas con quienes nos rodean. Por ejemplo, hay estudios que concluyen que el 90% de los delitos juveniles son cometidos por personas con un nivel de glucosa inferior al promedio y existen modelos que predicen la reincidencia de la criminalidad solo con saber cómo el organismo convierte la comida en glucosa.

Por otra parte, los estudios muestran que la fuerza de voluntad (la capacidad para ejecutar las cosas) se asemeja a una luz que brilla a su máximo esplendor cuando la batería está recién cargada, pero va perdiendo brillo a medida que la batería se descarga por su uso. Es decir, cuando nos levantamos en la mañana y hemos dormido bien, tomamos un desayuno balanceado, nos bañamos y estamos bien despiertos, nuestra fuerza de voluntad está en su máximo nivel. Por ello, debemos decidir en qué vamos a usar esta energía porque es finita y disminuye a medida que la usamos. 

Por ejemplo, si empezamos a utilizarla en decidir qué vestir, en pelear con el tráfico para llegar 3 minutos antes, en arreglar el escritorio y en convencer a nuestro equipo de trabajo de la importancia del tamaño de letra que se debe usar en los e-mails, entonces no tendremos la capacidad suficiente para definir las prioridades de cada persona y monitorear que se ejecuten bien las tareas importantes, o peor aún, llegaremos a la tarde sin la energía suficiente para tomar decisiones y permitiremos que la empresa solo siga su inercia. 

Es más, agotar nuestra fuerza de voluntad puede verse reflejado en un estado de ánimo agresivo, tanto al final de la jornada laboral como en nuestros hogares, donde nuestra capacidad de aporte, contribución y ánimo de dar, se vean disminuidas, al igual que una llama que muy poco alumbra.

En resumen, el manejo de nuestras emociones estará condicionado por múltiples factores, pero debemos enfocarnos en lo que está bajo nuestro control: Conoce tu cuerpo para alimentarse apropiadamente, duerme bien, descansa cuando estés enfermo o sin ánimo, recárgate todos los días y, por qué no: ¡Ten un dulce en tu escritorio, que puedas utilizar en caso de emergencia!

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